Nuestra capacidad fértil puede verse afectada por aspectos biológicos, fisiológicos, hábitos de vida e incluso condicionantes sociales.
La edad es un factor crucial. En las mujeres, la reserva ovárica disminuye con el tiempo, lo que puede dificultar la concepción y aumentar el riesgo de complicaciones durante el embarazo. La bajada más drástica tiene lugar a partir de los 35 años, pero algunas mujeres tienen una baja reserva incluso antes.
A nivel fisiológico, existen diversos trastornos y condiciones médicas (aquí te contamos las principales) que pueden influir en la fertilidad. Afecciones como el síndrome de ovario poliquístico, la endometriosis o los desequilibrios hormonales pueden afectar la ovulación y la capacidad para concebir. También la obesidad o el consumo de cierta medicación pueden alterar nuestra función reproductiva. En los hombres, los problemas como la disfunción eréctil, la baja calidad de los espermatozoides o las obstrucciones en los conductos reproductivos pueden suponer un problema.
Los hábitos juegan un papel destacado. Si somos dados a costumbres poco saludables, como el consumo de alcohol, el tabaquismo, el sedentarismo o una mala alimentación, es normal notar un impacto negativo en nuestra fertilidad.
En cuanto a los aspectos sociales, el estrés crónico, la presión laboral y los problemas emocionales pueden afectar negativamente la capacidad fértil tanto en hombres como en mujeres.
¿Podemos hacer algo para mejorar nuestra fertilidad? Sí, en aquello que esté en nuestra mano: desterrar hábitos perjudiciales y asumir una vida saludable. Se recomienda una dieta mediterránea variada, conseguir un índice de masa corporal adecuado y realizar ejercicio moderado.
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